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La primera parte, aunque no es una buena película, el fin de esta era tratar de convencer al espectador de la existencia de una leyenda urbana como lo es el hombre de la bolsa. Aunque su cometido no fue cumplido y destruyeron unos buenos momentos de suspenso y terror con un muy fantasioso final, la historia tenía un poco de coherencia y mantenía al espectador atento a las circunstancias. En esta tercera parte se trata de lograr el mismo objetivo, pero de una manera muy tonta, sin sentido, sin terror y con una previsibilidad que funciona como somnífero para público.La historia se centra en una mujer que presencia el asesinato de su mejor amiga, aunque los policías lo categorizan como un suicidio ella esta segura de que fue una persona quien la mato. A partir de ese momento ella y todos sus compañeros van a presenciar a este fenómeno que va a empezar a matarlos. El boogeyman ha regresado.Las actuaciones no son buenas. Erin Cahill, la protagonista, no esta bien en ninguno de los momentos de este film, ni cuando ella esta sola con la cámara y protagoniza las escenas de suspenso, ni cuando esta acompañada tratando de explicarles a sua amigos sus creencias. Ella no se comunica en ningún momento con el espectador para lograr hacer de su persona un personaje creíble, no tiene buenos momentos dramáticos ni de terror. Se podría decir que su actuación es correcta, pero para las necesidades de un guión gastado y absurdo. Lo mismo sucede con los demas personajes, especialmente con Nikki Sanderson, en el papel de la amiga asesinada en el comienzo, que misteriosamente sobrevive a un primer ataque sin explicacion alguna, quien tiene momentos totalmente sobreactuados y con su guión leído en cámara. Otro de los grandes problemas con respecto a las actuaciones son todos los extras, los personajes que aparecen entre la multitud y que, en este caso, no presentan algún síntoma de expresión corporal ni facial imaginable. Esto sucede principalmente cuando se descubre el primer asesinato en el que aparecen muchachos a ver el cadáver y sus rostros no dicen nada.
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